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Chéjov: El brillo perdido y la apatía existencial. Por Verónica López Quesada
Chéjov: El brillo perdido y la apatía existencial. Por Verónica López Quesada
Como fiel testigo de su época, su teatro
supo plasmar las fluctuaciones de un país que se encaminaba hacia la modernidad
y la industrialización. Sus dramas manifiestan la imposibilidad del hombre
moderno de llevar a cabo sus deseos, y de tolerar la desidia, la inercia moral,
y la falta de responsabilidad.
En sintonía con la realidad social rusa de la época, Chéjov creó a sus
personajes insertos en un contexto en el que la antigua clase aristocrática,
habiendo perdido el brillo y el poder de antaño, se consumía lentamente frente
a los dictados de un nuevo orden encarnado en la incipiente burguesía.
La Rusia de la segunda mitad del
siglo XIX, convulsionada por la agitación político-social que daría vida a la
revolución, tomaba conciencia de su historia nacional de la mano de un grupo de
intelectuales liderados por Pushktin, Tolstoi, Dostoievsky y Chéjov entre
otros; y al mismo tiempo era protagonista de un cambio profundo que amenazaba
quebrar los oxidados cimientos del sistema tradicional.

Chéjov es, al mismo tiempo,
protagonista y privilegiado espectador del cambio que se operaba en Rusia y
supo plasmar, con extrema lucidez, las fluctuaciones de un país que se
encaminaba lentamente hacia la modernidad y la industrialización.
Las dos dimensiones, realismo y
compromiso, interactúan sutilmente evidenciando la intencionalidad del autor:
pintar objetivamente la realidad con todos sus matices, sin excluír las fuerzas
ocultas que operan sobre ella. Como él mismo le escribe a Suvorín en 1888:
"El artista observa, elige, conjetura, combina... Usted tiene razón en
exigir una actitud consciente del artista hacia su obra, pero mezcla dos ideas:
la solución del problema y su correcta presentación. Sólo lo último es
obligatorio para el artista."
Sus dramas manifiestan la
imposibilidad del hombre moderno de poner en acto sus deseos, su indolencia, la
inercia moral y la falta de responsabilidad. Ambientados en casas de provincia,
los personajes se ven sometidos al aburrimiento y la monotonía característicos
de una clase aristocrática que ha perdido sus motivaciones. Se sienten los
últimos baluartes de la cultura, en contraposición con la vulgaridad
generalizada de la vida rusa, ámbito que sofoca cualquier expectativa. Es
preciso aclarar que cuando Chéjov habla de cultura no se refiere a una
particularidad privativa de las clases altas, cultura no es para él sinónimo de
intelectualidad, sino un compendio de sabiduría, educación, humanidad y
capacidad de sacrificio.

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