sábado, 8 de agosto de 2015

Otelo

Fuente: Citas extraídas de "Dos paradojas de Otelo" en Apuntes sobre Shakespeare, Jan Kott



“Otelo, igual que el Rey Lear y Macbeth, es la tragedia del hombre bajo el cielo vacío. Al final, Yago está condenado a las torturas, pero quien está realmente torturado desde el primer momento, es Otelo. Como Lear, como Macbeth, como Gloster, Otelo va descendiendo. Como Lear, como Gloster, como Macbeth, es conducido a una situación límite. Apura, hasta el final, una experiencia humana.
Como el Rey Lear y Macbeth, Otelo es una plomada que desciende hasta el fondo, es la sonda de las tinieblas. Las preguntas esenciales sobre el sentido y el absurdo del mundo sólo pueden ser resueltas al final del camino, justamente allí, en el abismo.”  
“Yago es un director de escena infernal o, mejor dicho, maquiavélico. Sus motivos de acción son complejos y ocultos, sus razones intelectuales, nítidas y precisas, aparecen formuladas desde las primeras escenas. Yago, monologando en voz alta, dice: “Nuestros cuerpos son jardines en los que hacen de jardineros nuestras voluntades” 
El Yago demoníaco es una invención de los románticos. Yago no es ningún demonio, es un arrivista de nuestra época, como Ricardo III. Pero en otra escala. Él también quiere poner en marcha un mecanismo verdadero, aprovechar unas verdaderas pasiones. No quiere dejarse engañar. “No
todos podemos ser amos, ni todos los amos están fielmente servidos”. No es evidencia. “El ascenso se obtiene por recomendación o afecto”. Tampoco esta frase es demoníaca. Yago es un ser práctico, no cree en las ideologías y carece de ilusiones: La reputación es un prejuicio inútil y engañoso, que se adquiere a menudo sin mérito y se pierde sin razón.
Yago es maquiavélico, ciertamente, pero el maquiavelismo, para él, es sólo la generalización de una experiencia personal. Los tontos creen en el honor y el amor. En realidad, sólo existen el egoísmo y el deseo; los fuertes saben subordinar las pasiones a la ambición. También el propio cuerpo puede servir de utillaje. De aquí el desprecio de Yago para todo lo que quita las fuerzas, tanto las interdicciones morales, como el amor: “... jamás hallé un hombre que supiera estimarse. Antes de decir que me ahogaría por el amor de una pintada de Guinea, cambiaría de humanidad con un babuino.”

"Yago es un ferviente de la voluntad. Todo se puede obtener de sí mismo, todo se puede obtener de los demás. Los demás son también un utillaje. Son moldeables como arcilla. En Yago, igual que en Ricardo III, el desprecio hacia los hombres es más fuerte que el odio. Habla Yago: El mundo se compone de canallas y de estúpidos, de los que devoran y de los que son devorados. Los hombres son como los animales, se ayuntan y comen. Los débiles no merecen compasión, son tan repugnantes como los fuertes, sólo que más tontos. El mundo es abyecto. Habla Otelo: El mundo es bello y los hombres son nobles. El mundo está lleno de amor y  fidelidad”.
Si quitamos de Otelo el barniz romántico, todo lo melodramático y lo operístico, la tragedia de los celos y la de la confianza burlada se convierten en una disputa entre Otelo y Yago sobre la naturaleza del mundo. ¿Cómo es este mundo: bueno o malo? ¿Cuáles son los límites del sufrimiento, cuál es el último sentido de los fugaces momentos entre el nacimiento y la muerte?

Yago pone en movimiento un mecanismo de bajeza, envidia y estupidez. Igual que Ricardo III. Y, como Ricardo III, caerá destrozado. Un mundo donde Otelo puede creer en la traición de Desdémona, donde la traición es posible, donde Otelo asesina a Desdémona, donde no existe ni amistad, ni fidelidad, ni lealtad, donde Otelo acepta el crimen traicionero al aceptar el asesinato de Casio; un mundo semejante es malo. Yago resulta un director de escena hasta demasiado perfecto.”
“Yago demostró que el mundo se compone de tontos y de canallas. Ha destrozado a todos y a sí mismo. Llega a las torturas, en una tragedia por él mismo compuesta. Demostró que no merecía compasión, ni el mundo, ni él mismo. La derrota de Ricardo es la confirmación del funcionamiento del Gran Mecanismo. Lo mismo ocurre con la derrota de Yago. El mundo es abyecto, Yago tenía razón. Y es justamente lo que lo ha perdido; lo de tener razón: ésta es la primera paradoja.”
“Desde la primera noche, Desdémona se sintió amante y esposa. El erotismo es su vocación y su alegría; el erotismo y el amor, el erotismo y Otelo son, para ella, todo uno. Su Eros es límpido; para Otelo, Eros es una trampa. Como si, después de esa primera noche, se perdiera en las tinieblas, donde el amor y los celos, el deseo y la repugnancia fueran ya inseparables. Cuanto más violentamente se entrega Desdémona al amor, más se convierte, para Otelo, en una cualquiera: en el pasado, en el presente, o en el futuro. Cuanto más desea, cuanto mejor ama, más cree Otelo que ella puede, o pudo engañarlo. ”
 
“Yago pone en movimiento toda la maldad del mundo y, finalmente, se convierte en víctima de ella. Desdémona es una víctima de su propia pasión. Su amor es su testigo de cargo, no su defensa. Su amor la lleva a la perdición: ésta es la segunda paradoja. ”

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